Después de este encierro…¡sólo quiero playa!

Sigo sin salir de casa, hoy hace 53 días, y no creo que haya cambios en el futuro inmediato.  He estado ocupada trabajando en un par de proyectos además de los blogs, manteniéndome al día en la normativa que afecta mi profesión y a mis clientes, comunicándome con mis seres queridos y amistades, viendo  Netflix, aunque no tanto como otras personas, y también paso tiempo tratando de imaginar el futuro.

Como ya he dicho en varias ocasiones, me gustan las ciudades, mientras más grandes, mejor.  Me gusta ir a sus museos, explorar sus parques, dejar que su arquitectura me cuente su historia y evolución.  Me gusta sentarme en algún café y mirar a su gente pasar. Hay algo que me atrae de estar rodeada de gente que no me conoce.  Ese anonimato me resulta muy cómodo, pues me confirma que sólo somos un punto insignificante en el vasto universo y ese pensamiento me reconforta.  Sin embargo, esa masa humana, de la que formo parte  de forma efímera, es una fuerza que puede transformar la realidad, para bien o para mal, como ha quedado demostrado en esta pandemia.

Habiendo dicho esto, debo confesar que, aunque tengo inmensos deseos de volver a viajar, cuando todo esto termine, preferiría visitar espacios abiertos, sin edificios, sin decenas de personas corriendo de un lado a otro.  Cuando pienso a dónde podría ir,  de inmediato se me vienen a la mente las playas de  Bocas del Toro.  Es irónico pensar que viví allí diez años y sólo fui a la playa en tres o cuatro ocasiones.   La última vez fue hace casi tres años, cuando visité Bluff.

Se trata de una de las muchas playas del archipiélago.   Situada en el noreste de la isla Colón, es muy popular entre los surfers por tener olas de clase mundial.  Sin embargo, entre septiembre y octubre, el oleaje es mínimo y se convierte en una playa tranquila, buena para nadar o, simplemente, contemplar la majestuosidad del Mar Caribe desde la arena.   Su vasta extensión y la poca afluencia de personas, en este momento, me parece lo más parecido a la libertad.  Ese espacio abierto, lleno de sol, de mar, de palmeras y árboles, sin edificios, aceras, autos y exceso de gente, es lo que necesito ahora, después de mes y medio de encierro.  Sé que volveré a visitar ciudades, porque las encuentro fascinantes pero, por ahora, sólo quiero ir a la playa.

Realidades de la vida.

Photo by Nick Morrison on Unsplash

Luego de un año casi ausente,  sólo he hecho dos publicaciones en este blog durante ese tiempo, vuelvo con la intención de regularizar  este blog.
 
El último año fue uno que retó toda mi capacidad y fuerza física y mental.   Mi padre estuvo, cada día más enfermo y, aunque intenté escribir muchas veces, mi mente no estaba para tareas creativas.  Toda mi reserva mental estaba dirigida a acompañarlo en su difícil camino y en concentrarme en hacer bien mi trabajo…no había para mucho más.
 
Ayer se cumplieron dos meses de la partida de mi padre de este mundo.  Después de cumplir con su última voluntad, llevar sus cenizas a Bocas, su pueblo natal, sólo quedaba tiempo para concentrarme en mis obligaciones con mis clientes, pues es la época de mayor trabajo en mi profesión…pero nadie contaba con que el COVID-19, del que nos enteramos mientras estaba ocurriendo al otro lado del mundo, en una ciudad cuyo nombre nunca había escuchado, en un lugar tan lejano que parecía otro planeta, llegaría a todos los confines del mundo, en tan poco tiempo.
 
En estos momentos, aunque he podido  adelantar mucho del trabajo que implica enviar informes al fisco, he llegado al punto en el que tengo que parar, porque no puedo salir a buscar la información que me hace falta.  Hay órdenes estrictas de quedarse en casa, a menos que se deba ir a comprar alimentos y medicamentos o acudir al médico. Además  considerando que tanto mi madre como yo, por edad, estamos en el grupo de mayor riesgo, ya habíamos optado por quedarnos en casa.  De todos modos, es en casa donde hago la mayor parte de mi trabajo así que, hasta el momento, mantenerme en sitio no ha sido, para nada, complicado.  He estado en casa desde el 14 de marzo y no he sentido mayor ansiedad, pues me mantengo ocupada en más de un proyecto.
 
Lo cierto es que ahora tengo bastante tiempo disponible y la mente libre  para volver al quehacer creativo, y he pensado en usar este tiempo para reactivar el blog pero, posiblemente, aunque se mantenga el tema de viajes, no serán anécdotas de los que he realizado, pues no me parecen relevantes en este momento.  Estaré reflexionando sobre el estado actual de la industria turística, la que más rápido y fuerte ha recibido el golpe de esta crisis.  Mientras tanto… gracias  a todos por la espera y hasta la próxima!

Boquete, la joya de Chiriquí.

Entre octubre de ese año y enero del año siguiente, haría tres viajes a la provincia de Chiriquí.  Aunque en dos ocasiones nos quedamos en la ciudad de David, la población de Boquete era el centro de nuestros recorridos.  Con un clima primaveral, aunque en enero hizo algo de calor en horas del día, Boquete y sus áreas aledañas son sede de los más famosos cafetales del país, incluidos los que producen la variedad Geisha, el mejor y más costoso café del mundo.  Además, producen frutas, vegetales  y ¡flores!…todas las casas de Boquete tienen bellos jardines o sencillas macetas llenas de plantas en flor, es un escenario verde salpicado de hermosos colores a la sombra del volcán Barú y regado por el río Caldera.

En el primer viaje, que era un “fam trip” que ofreció la aerolínea local, Air Panama, con motivo de la inauguración de la ruta Bocas – David, recorrimos tres hoteles y un parque turístico.  El primero fue el que más recientemente había abierto sus puertas en la ciudad de David, donde nos ofrecieron un delicioso desayuno, típico de la región y luego nos llevaron a recorrer las instalaciones.  Posteriormente, fuimos a un hotel situado en una hermosa meseta, rodeada de riscos y caídas de agua, en el camino entre David y Boquete.  Con una decoración entre costumbrista e histórica y unas vistas preciosas desde cualquier punto.  Luego fuimos a un parque llamado Mi Jardín es tu Jardín, donde la profusión de flores era increíble, sumado a esculturas de animales multicolores y un sistema de estanques  lleno de peces.

Por último, visitamos el hotel insignia de la ciudad de David, donde disfrutamos de su tradicional  buffet de almuerzo.   Con más de medio siglo de servicio y algunas curiosidades que nos remontaron a épocas pasadas, pero con instalaciones recién remodeladas, es el hotel preferido por generaciones de visitantes a la ciudad.

El segundo viaje, fue con motivo de la fiesta navideña de la aerolínea, que se celebró en Boquete y ellos proveyeron el traslado de su personal y varios agentes, incluyéndonos a nosotros.   En este viaje, mi hermano y yo aprovechamos el último día para ir a visitar a la gerente del hotel Panamonte de Boquete, toda una institución en el área.  Allí disfrutamos de un delicioso desayuno y un recorrido por el hotel, ya decorado para la Navidad, y sus hermosos jardines, antes de volver a David a tomar el vuelo de regreso a Bocas.

El tercer viaje, que también hice con mi hermano, era una combinación de turismo y trabajo, pues tenía una reunión en Boquete con un proveedor.  Nos hospedamos en el hermoso Riverside Inn y disfrutamos de la deliciosa comida de su restaurante The Rock…toda una experiencia!  De paso, aprovechamos para ir a la Feria de las Flores y el Café, cuyos terrenos se encuentran a orillas del río Caldera y que se celebra en enero de cada año.  También visitamos Finca Lérida, una de las fincas cafetaleras que ofrecen recorridos guiados.   Aunque llegamos muy tarde para alcanzar el tour, sí pudimos disfrutar de uno de los más deliciosos cafés de la región.

Esta última visita a Chiriquí marcó el inicio de un año que sería muy movido para mí, en términos de viajes dentro y fuera de Panamá, la forma perfecta de iniciar mi vida de jubilada…digo, jubilosa!

¡Hasta la próxima!

Imágenes de inicios del verano en Nueva York.

En los Estados Unidos, el verano es sinónimo de béisbol, en todas sus categorías, así que ¿qué mejor forma de iniciar nuestro paseo que con una visita a la catedral del béisbol?  Nuestro tour por el Yankee Stadium inició con una visita al museo de este equipo lleno de recuerdos de su larga y exitosa existencia, incluyendo el único juego perfecto en la historia de las series mundiales.

 

Después del museo, un recorrido por el estadio, incluyendo el dugout y, por último, el Parque de los Monumentos, donde se encuentran los números y placas de los peloteros más importantes de la franquicia.

 

Nueva York tiene muchas joyas arquitectónicas, como el edificio Chrysler, uno de los más bellos de la ciudad.  También ostenta mucha arquitectura contemporánea, en nuevas torres que se levantan alrededor de la ciudad, creando maravillosos contrastes visuales.  Pero nunca es más llamativa y excitante que en la noche, cuando exhibe todas sus luces.

 

El High Line Park, uno de mis favoritos en Manhattan, con su vegetación nativa totalmente reverdecida, sus instalaciones de arte y los muy distintos e interesantes ángulos que presenta de la ciudad, el río Hudson y la ribera del vecino estado de Nueva Jersey.

 

Y, por supuesto, no podía faltar Bryant Park, patio trasero de la hermosa Biblioteca Pública de Nueva York.  Un parque en el que se desarrollan más de una docena de actividades distintas, simultáneamente, en un espacio de apenas dos cuadras.  Otra joya de Midtown que no dejo de visitar en cada uno de mis viajes a la ciudad.

Espero que disfruten estas imágenes del principio del verano neoyorquino tanto como yo, mientras preparo la siguiente entrega con vistas de finales de ese verano, inolvidable para mí.

¡Hasta la próxima!

Mi primer viaje sola – II parte

Aún me quedaban tres días completos en la ciudad de Nueva York, pues viajaría de vuelta a casa el sábado, por lo que aprovecharía muy bien ese tiempo para explorar lugares nuevos para mí.

El miércoles, me dirigí a Chinatown, en busca de un artículo de manufactura china que me había encargado mi hermana.  Hasta ese momento,  sólo había pasado por allí en autobús,  Allí me encontraría con una amiga que trabajaba cerca, ella me guiaría en ese mundo laberíntico que, en aquella primera exploración, me preocupaba recorrer sola.

Lo primero que hicimos fue ir a almorzar, algo temprano pues ella debía volver al trabajo dos horas después.  Nos metimos a un sitio que, como muchos en el área, trabajan sólo con efectivo, pero con los precios tan bajos de la comida, no era necesario usar tarjeta.  El estilo de servir la comida era distinto al que estoy acostumbrada.  Sirven dos tipos de carne con arroz o tallarines y vegetales al vapor, todo servido en un típico bol chino, de los que acá usamos para sopa.  La comida estuvo deliciosa, sustanciosa y económica, qué mejor combinación que esa.  Nos gustó tanto que, en viajes futuros, volvería con ella y también por mi propia cuenta, a comer en este lugar, en cada oportunidad en que pudiera seguir explorando el barrio chino.

Luego de almorzar, recorrimos una parte del barrio en busca del encargo, que no tardamos en conseguir y de allí nos dirigimos a SoHo, donde mi amiga trabajaba.  Allí sí había estado en junio, en un tour de compras.  Es un barrio de vieja data, con una historia fascinante, lleno de tiendas de lujo y cafés hip.  Me despedí de mi amiga y me fui a la estación de subway, pero como este es un barrio intrincado, terminé entrando a otra, aunque igual llegaría a mi destino, que era lo importante.

Me dirigí a la calle 32 a inspeccionar un par de hoteles, ambos pertenecientes al mismo grupo del que me estaba hospedando.  Al área la llaman Koreatown y está llena de negocios, especialmente restaurantes, coreanos.  Al principio me asustó un poco el área, pues había muchísima gente caminando en ambas direcciones, pero los hoteles eran muy cómodos y seguros.

El área me pareció una mejor alternativa que la calle 46, pues es más céntrica, a unos pasos de una de las principales áreas comerciales con todas las grandes cadenas de tiendas de Herald Square y la calle 34, muchos restaurantes y, sobre todo, con menos cierres que impidieran la entrada de vehículos por ferias y desfiles durante el verano, excepto los desfiles que pasaban por la Quinta Avenida, pero como era una cuadra corta, por estar atravesada por Broadway, no era tanto lo que habría que caminar para abordar un vehículo.  Además, era un área de alto tráfico hasta altas horas de la noche, por la afluencia de gente a los restaurantes, lo que la hacía muy segura y conveniente si llegaba uno tarde y con hambre después de un largo día de caminar, cosa que no tenía la 46 que es un área de negocios, por lo que de noche no era muy transitada y los restaurantes cerraban algo temprano.

Edificio Empire State visto desde la azotea de uno de los hoteles inspeccionados y desde la calle 34 con la Séptima avenida.

Por supuesto, luego de visitar los hoteles, aproveché que estaba en el área para hacer algunas compras en mis tiendas favoritas.  Al finalizar, volví a mi hotel a dejar las compras y tomar la cámara para irme a dar un paseo en ferry.  Caminé desde el hotel hasta el puerto…un largo camino desde la Sexta hasta la Duodécima avenida, pasando por Restaurant Row y luego por varios de los muelles, incluyendo el de la línea de Circle Line, pues el mío estaba a la altura de la calle 38 y yo caminé desde la 46…pero un paseo interesante y con bellos paisajes a lo largo del río Hudson.

Intrepid Sea, Air & Space Museum y muelles a lo largo de la Duodécima avenida. 

Tomé un crucero de 90 minutos que salía a las 6:00 de la tarde y hacía la travesía hacia el Bajo Manhattan, pasando por la Estatua de la Libertad y debajo del puente de Brooklyn para luego girar y volver al puerto, con una hermosa puesta de sol en el camino de retorno.  Un magnífico paseo para cerrar con broche dorado, literalmente como verán en la foto, otro gran día en la gran ciudad.

Las vistas desde el ferry en el que tomé el crucero.

El jueves amaneció lluvioso y con temperaturas algo bajas.  Me costó un poco salir de la cama por el cansancio de las largas caminatas del día anterior combinado con un poco de frío.  Bajé tarde y ya había concluido el desayuno, así que me dirigí a un café que había visto en la Quinta, unas cuadras más abajo.  Buena decisión, es el mejor café que me he tomado en la ciudad…Starbucks debería pedirles la receta!

Ya con renovadas energías, tenía que decidir cómo pasar este día lluvioso, pero no tenía ganas de ir a museos, por lo que me decanté por hacer algunas compras en unas tiendas que me habían recomendado y desconocía.  Esperé un buen rato por el autobús, no estaban a tiempo ni estaban haciendo la ruta completa, así que me bajé en la calle 23 y caminé las cinco cuadras que me separaban de mi destino en la popular y muy comercial avenida Sexta.  Las tiendas estaban todas en un mismo edificio, una especie de pequeño mall, así que no tenía que ir de una a otra en la llovizna y logré algunas buenas compras, a pesar de que ya casi toda la oferta era de ropa de otoño/invierno.  Eventualmente, dejó de llover antes de que regresara al hotel, pero mis pies necesitaban un descanso, por lo que me retiré, relativamente, temprano.

El viernes, aún sentía algo del cansancio físico de quien no acostumbra caminar tanto y volví a levantarme tarde para alcanzar el desayuno.  De todos modos, mi cuerpo pedía proteínas por lo que me fui a un deli a comer unos buenos huevos a la Benedict, lástima que el Olympic Deli había cerrado sus puertas, lo extrañé, pero este nuevo lugar llenaba el cometido.

Tomé el metro hacia el norte para ir a mi primera visita al Museo de Historia Natural, con toda la intención de ir al planetario.  Qué decepcionante fue recibir la noticia de que este último se encontraba cerrado temporalmente por remodelaciones.  Me tuve que conformar con sólo las exhibiciones regulares del Museo.  Pero no piensen que es poca cosa, es uno de los mejores museos en su género en el mundo.  Recorrí varias salas, incluidas las de mamíferos de Norteamérica y Africa, la los animales prehistóricos, parte de la de los indígenas norteamericanos y, mi favorita que fue la del origen del hombre, donde explica lo que se ha descubierto de la evolución humana.  La tienda del museo me encantó, especialmente la planta superior (la inferior era la de niños).  Había toda clase de artículos, adornos, joyas, libros, camisetas, juegos de ajedrez y damas…bellezas!!

Cuando salí del museo, tomé el autobús que atraviesa la ciudad de oeste a este por la calle 86 para llegar a la Quinta avenida, pensando que aún tenía un par de horas libres, pues al final de la tarde debía encontrar con mis amigas para ir a cenar.  Entré un rato al Parque Central, haciendo tiempo antes de tomar el metro.  Al terminar la cena, por un comentario que hice, me corrigieron la hora y resulta que, al parecer me puse un reloj al que no le había cambiado la hora y había andado una hora tarde durante todo el día.  Había llegado tarde a nuestro encuentro y ni siquiera me había percatado, qué pena!

El día de mi regreso a casa, debía estar lista a mediodía para dejar el hotel.  Ya tenía arreglado mi traslado al aeropuerto, pero al salir del hotel me encontré con que la calle estaba cerrada…otra vez!  Había un desfile por la Quinta y tenía que recorrer toda la calle hasta la Sexta para abordar el vehículo, que ya había llegado, pero no podía entrar.  Esa fue la gota que derramó el vaso, definitivamente, no podía volver a alojarme en ese hotel, por mucho que me gustara, por ese tipo de complicaciones.

Finalmente, llegué al aeropuerto con tiempo de sobra, pues nos tomó menos de una hora llegar a Nueva Jersey.  Ya estaba registrándome cuando mi mamá y mi hermana llegaron.  Luego de deshacernos del equipaje, nos fuimos a almorzar.  ¡Qué buena que estuvo la comida!  Definitivamente, Newark ha mejorado muchísimo su oferta al viajero.

fullsizeoutput_33eHermosa puesta de sol vista desde la ventanilla del avión. ¡Mejor, imposible!

Unas cuantas horas después, ya estaba en casa, rememorando y alegrándome de haber aprovechado la oportunidad de hacer este viaje, por mi cuenta.  Fue una experiencia increíble que me encantó y he vuelto  a repetir en varias ocasiones, ya sea viajando sola o quedándome unos días adicionales por cuenta propia, cuando he viajado con otras personas.  Esas aventuras se las relataré más adelante.

¡Hasta la próxima!

Mi primer viaje sola – I parte

Había transcurrido un mes desde de que volví de NYC, cuando mi mamá y mi hermana me dicen que piensan ir de viaje a las montañas de Pennsylvania y para llegar, deben viajar a Nueva York y de allí conducir a su destino.  No me interesaba ir a un resort de montaña, pero pensé que no era mala idea irme con ellas a Nueva York, quedarme en la ciudad por mi cuenta y encontrarme con ellas el día del retorno para volar juntas de vuelta a casa…y así es como, sin planearlo, hice mi segundo viaje de ese año a Nueva York, que resultó ser mi primer viaje sola.

Era domingo de inicios de septiembre y coincidió con el fin de semana de Labor Day, además de la celebración de la independencia de Brasil, por lo que al tratar de llegar al hotel, nos encontramos con que la calle está cerrada desde la Quinta Ave. hasta Broadway.   Tuve que bajarme del auto en Broadway y caminar dos cuadras largas, cargando equipaje, mientras esquivaba puestos de comida y miles de brasileños que bailaban, comían y bebían en la calle 46, mejor conocida como Little Brazil, la calle de mi hotel.

Luego de instalarme, bajé a comer algo y ver un poco de la fiesta, pero la verdad, era demasiado para mí, así que seguí por la Sexta Ave. y recorrí la feria que hacen cada domingo de verano, haciendo tiempo para la hora de ir a encontrarme con mis amigas en uno de los descansos peatonales de Broadway.  De allí, nos fuimos a cenar comida china a Hells Kitchen y volvimos a Broadway para juntarnos con mi primo que nos encontraría al salir del trabajo.   Como siempre, la pasé muy bien, recordando buenos tiempos y escuchando las  anécdotas de cada cual.   Casi a medianoche, nos separamos y cada uno tomó su camino a casa.

Al día siguiente, fui a comprar una tarjeta local para mi móvil y luego tomé el subway para dirigirme a Rego Park en Queens, donde me encontraría con una de mis amigas para ir de compras.  No conocía el lugar, pero me gustó mucho, es muy cómodo y con todas las tiendas de descuento en un sólo mall!  Y por si fuera poco, dos malls adicionales a corta distancia.   Si bien, todas esas tiendas están en Manhattan, no quedan en el mismo sector ni están tan bien organizadas como allí, tal vez porque disponen de menos espacio. Me tomó media hora en subway, pero ese día era festivo, habría que ver en días regulares como es el movimiento.   Sin embargo, no deja de ser una buen opción cuando uno no encuentra lo que busca en las tiendas del centro o para explorar otras posibilidades.

High Bridge Park, Water Tower, Río Harlem.

El martes, me encontré con mi primo para ir al High Bridge, un puente peatonal que conecta el Bronx a Manhattan y que, luego de una restauración, habían reabierto tres meses antes.   Fuimos al Bronx en subway y luego nos dirigimos, a pie, al High Bridge Park para llegar al puente.    El puente en sí  es fácil de pasar, subir de la estación del Subway al pie del puente fue la parte difícil por las lomas. Del otro lado, 95 peldaños de escalera para llegar a la torre y luego bajar para salir a Washington Heights.   Ni un día entero de gimnasio supera tanto ejercicio…y al sol!!

Tryon Fort Park y alrededores de The Cloisters.

En Washington Heights tomamos un taxi hasta Tryon Fort Park desde donde se divisa la costa del vecino estado de Nueva Jersey.  Dentro de este parque se encuentra The  Cloisters (Los Claustros), rama del Museo Metropolitano dedicada al arte, arquitectura y jardines de la Europa Medieval.  La mayor parte del contenido del museo es arte religioso, lo mismo que el corazón de la edificación que son claustros de un monasterio francés de la época, si mal no recuerdo.  El salón de los gobelinos fue mi favorito, especialmente los dedicados a los unicornios.  Es un edificio con los espacios perfectos para las bellísimas obras que se exhiben, y los jardines son de una belleza muy serena y relajante.  Al finalizar el recorrido, tomamos un autobús con la idea de bajarnos cerca de una estación de subway, pero cambié de opinión y decidí hacer todo el camino en el autobús, pues me permitía “conocer de vista” áreas de la ciudad que es posible que no visite nunca.  Mi primo se bajó cerca de su casa, pues tenía que ir a trabajar, yo seguí en el bus hasta llegar a la esquina de mi hotel con la Quinta Avenida.

Algunas esculturas, trípticos, gobelinos y vitrales de la enorme exhibición de The Cloisters.

En mis primeros tres días en la ciudad había abarcado mucho más de lo que creí posible, pero aún faltaban otros descubrimientos por hacer, de los cuales les contaré después.

¡Hasta la próxima!

De Puerto Rico a Nueva York.

Luego de que, en las dos últimas entradas  les hablara de mi reciente viaje Puerto Rico, retomo mi relato cronológico.

Viajamos de Puerto Rico a Nueva York el martes y, mientras esperábamos en el aeropuerto a una amiga que se nos uniría, un joven se nos acercó ofreciendo transporte.  Tenía un Ford Escalade de 6 pax, muy cómodo y sólo nos cobró $100 por los 5.  Llegamos al hotel y nos habían cancelado la reserva porque me habían renovado la tarjeta y no lo habíamos notificado y como no estábamos disponibles por teléfono, no nos localizaban.  Por suerte, tenían las habitaciones disponibles, al mismo precio y nos resolvieron.  Nos gustó mucho el hotel, bien ubicado, amplio, limpio, buen desayuno y personal atento, todo por un precio considerado barato para los estándares newyorkinos.  ¡Tremendo hallazgo!

Algunos detalles históricos del edificio del hotel que me parecieron interesantes.

Salimos a dar una vuelta y comer algo, pues teníamos hambre.  Recorrimos Times Square y caminamos por la Sexta Avenida hasta Herald Square.  La tarde estaba hermosa y el sol brillaba con  esa luz dorada que embellece cualquier atardecer.  Luego de un rato, volvimos al hotel a organizar nuestras pertenencias y descansar.

Hermoso atardecer en Manhattan.

Al día siguiente nos fuimos a Woodbury, un centro de outlets con más de doscientas tiendas, situado en el Valle del Hudson.  El paisaje es hermoso y las compras excelentes, así que la pasamos muy bien.

El tercer día iniciamos el cititour, la temperatura estaba baja y llovió un poco, pero hicimos Uptown, Bronx y Yankees Stadium.  Estuvo genial el tour del estadio y  todos lo disfrutamos. En la noche, nos fuimos al tour nocturno.  Hacía frío pero estuvo muy bueno, porque la oscuridad permitía que las luces de la ciudad resaltaran. Nos tocó un guía aburrido y un conductor que parecía apurado, pero igual la pasamos bien y las vistas eran magníficas.

Yankee Stadium, el museo y el parque de monumentos.

Ese viernes teníamos dos tours de compras y en la noche nos encontraríamos con las compañeras que residen en la ciudad para cenar y ponernos al día.  Después de ambos tours, tomamos un taxi al hotel para prepararnos para la cena.   Muchos llevábamos años sin vernos y la pasamos super bien.  El sitio era algo caro y la comida no era la gran cosa, pero la experiencia de ver la ciudad y sus alrededores, al anochecer, mientras el piso iba girando, fue interesante.  Salimos de allí a eso de las 10 y nos fuimos al Copacabana a bailar.  Todo quedaba muy cerca de nuestro hotel, así que al salir, caminamos un par de cuadras y a descansar.  Al día siguiente era libre y cada cual haría lo que prefiriera, pero de eso les hablaré después.

Tour de compras, restaurante giratorio y Copacabana.

¡Hasta la próxima!