Después de este encierro…¡sólo quiero playa!

Sigo sin salir de casa, hoy hace 53 días, y no creo que haya cambios en el futuro inmediato.  He estado ocupada trabajando en un par de proyectos además de los blogs, manteniéndome al día en la normativa que afecta mi profesión y a mis clientes, comunicándome con mis seres queridos y amistades, viendo  Netflix, aunque no tanto como otras personas, y también paso tiempo tratando de imaginar el futuro.

Como ya he dicho en varias ocasiones, me gustan las ciudades, mientras más grandes, mejor.  Me gusta ir a sus museos, explorar sus parques, dejar que su arquitectura me cuente su historia y evolución.  Me gusta sentarme en algún café y mirar a su gente pasar. Hay algo que me atrae de estar rodeada de gente que no me conoce.  Ese anonimato me resulta muy cómodo, pues me confirma que sólo somos un punto insignificante en el vasto universo y ese pensamiento me reconforta.  Sin embargo, esa masa humana, de la que formo parte  de forma efímera, es una fuerza que puede transformar la realidad, para bien o para mal, como ha quedado demostrado en esta pandemia.

Habiendo dicho esto, debo confesar que, aunque tengo inmensos deseos de volver a viajar, cuando todo esto termine, preferiría visitar espacios abiertos, sin edificios, sin decenas de personas corriendo de un lado a otro.  Cuando pienso a dónde podría ir,  de inmediato se me vienen a la mente las playas de  Bocas del Toro.  Es irónico pensar que viví allí diez años y sólo fui a la playa en tres o cuatro ocasiones.   La última vez fue hace casi tres años, cuando visité Bluff.

Se trata de una de las muchas playas del archipiélago.   Situada en el noreste de la isla Colón, es muy popular entre los surfers por tener olas de clase mundial.  Sin embargo, entre septiembre y octubre, el oleaje es mínimo y se convierte en una playa tranquila, buena para nadar o, simplemente, contemplar la majestuosidad del Mar Caribe desde la arena.   Su vasta extensión y la poca afluencia de personas, en este momento, me parece lo más parecido a la libertad.  Ese espacio abierto, lleno de sol, de mar, de palmeras y árboles, sin edificios, aceras, autos y exceso de gente, es lo que necesito ahora, después de mes y medio de encierro.  Sé que volveré a visitar ciudades, porque las encuentro fascinantes pero, por ahora, sólo quiero ir a la playa.

La industria turística en tiempo de pandemia.

Photo by Safwan Mahmud on Unsplash

La primera actividad que se suspendió, al conocerse la existencia del riesgo de una exportación de la epidemia surgida en Wuhan, fue el transporte aéreo de pasajeros.  Primero se cancelaron los vuelos provenientes de China, luego los provenientes de Europa, paso seguido todos los vuelos internacionales y, por último, al instituirse los cercos sanitarios en regiones y ciudades, los vuelos domésticos.  También sufre la industria de los cruceros, al cerrárseles los puertos de desembarque y dejarlos prácticamente, a la deriva, con o sin enfermos a bordo.

La suspensión de vuelos y viajes en general afecta tanto a los colaboradores directos de estas empresas como a los aeropuertos/puertos, empresas de combustible, proveedores de alimentos, transporte selectivo, proveedores de diversos servicios, tanto a bordo como a instalaciones, empresas eléctricas y de comunicaciones y la lista sigue.

Como consecuencia directa de la cancelación de viajes, se ha producido un efecto dominó que ha arrastrado a la industria turística y del entretenimiento: hoteles grandes y pequeños, hostales, pensiones, AirBnB y sus similares.  También han cerrado  los  centros de entretenimiento, convenciones  y los eventos deportivos.  Se ha suspendido la actividad de transportes turísticos, compañías de tour de todos los tamaños y guías independientes. Incluyan aquí la imposibilidad de los micro empresarios de todos los mercados artesanales, turismo rural y natural, que dependen de los visitantes.

Aunque no propiamente de carácter turístico, pero sí parte de la industria de la hospitalidad, debemos incluir en esta cadena a los restaurantes, bares, cafeterías y todos los tamaños de ventas de comida, desde kioscos, foodtrucks y carretillas hasta fondas.  Con el cierre de estos negocios se afectan no sólo cocineros, meseros y administradores,  sino los productores y transportistas de alimentos, los mercados, carnicerías y fruterías, los pescadores, las empresas de limpieza especializada, fumigadoras, servicios de mantenimientos de equipos de todo tipo, electricistas, plomeros y, hasta porteros y valet parking.

La industria de viajes, turismo y hospitalidad tiene una oferta enorme de puestos de trabajo directos y, yo diría que el triple de esa cantidad, en puestos de trabajo indirectos.  Estamos hablando de cientos de miles de personas, a nivel de país, millones de ellos en los países de mayor tamaño.  Un alto porcentaje de estas ganan salario mínimo y viven casi que día a día.  En algunos países es aún peor, pues gran cantidad de ellos dependen de las propinas.  Todas esas personas se encuentran ahora sin trabajo, sin un fondo de ahorro de emergencia ni medio alguno de procurarse lo necesario para que ellos y sus familias puedan sobrevivir esta catástrofe, eso sin incluir la probabilidad de que muchos hayan enfermado.

Estos son los daños directos que esta pandemia ha causado a la economía de incontables hogares, sitios, pueblos, ciudades y, hasta, países.  Es algo en lo que no se piensa mucho cuando uno viaja, cuánta gente depende de nuestro placer de viajar, para llevar el sustento a su casa.  Por eso, no canceles tu viaje, aplázalo para cuando la situación se normalice y colabora en reconstruir esta industria que tanta felicidad nos ha brindado, mientras provee un ingreso sostenido a la gran cantidad de gente que está detrás de nuestro viaje.

¡Hasta la próxima!

Realidades de la vida.

Photo by Nick Morrison on Unsplash

Luego de un año casi ausente,  sólo he hecho dos publicaciones en este blog durante ese tiempo, vuelvo con la intención de regularizar  este blog.
 
El último año fue uno que retó toda mi capacidad y fuerza física y mental.   Mi padre estuvo, cada día más enfermo y, aunque intenté escribir muchas veces, mi mente no estaba para tareas creativas.  Toda mi reserva mental estaba dirigida a acompañarlo en su difícil camino y en concentrarme en hacer bien mi trabajo…no había para mucho más.
 
Ayer se cumplieron dos meses de la partida de mi padre de este mundo.  Después de cumplir con su última voluntad, llevar sus cenizas a Bocas, su pueblo natal, sólo quedaba tiempo para concentrarme en mis obligaciones con mis clientes, pues es la época de mayor trabajo en mi profesión…pero nadie contaba con que el COVID-19, del que nos enteramos mientras estaba ocurriendo al otro lado del mundo, en una ciudad cuyo nombre nunca había escuchado, en un lugar tan lejano que parecía otro planeta, llegaría a todos los confines del mundo, en tan poco tiempo.
 
En estos momentos, aunque he podido  adelantar mucho del trabajo que implica enviar informes al fisco, he llegado al punto en el que tengo que parar, porque no puedo salir a buscar la información que me hace falta.  Hay órdenes estrictas de quedarse en casa, a menos que se deba ir a comprar alimentos y medicamentos o acudir al médico. Además  considerando que tanto mi madre como yo, por edad, estamos en el grupo de mayor riesgo, ya habíamos optado por quedarnos en casa.  De todos modos, es en casa donde hago la mayor parte de mi trabajo así que, hasta el momento, mantenerme en sitio no ha sido, para nada, complicado.  He estado en casa desde el 14 de marzo y no he sentido mayor ansiedad, pues me mantengo ocupada en más de un proyecto.
 
Lo cierto es que ahora tengo bastante tiempo disponible y la mente libre  para volver al quehacer creativo, y he pensado en usar este tiempo para reactivar el blog pero, posiblemente, aunque se mantenga el tema de viajes, no serán anécdotas de los que he realizado, pues no me parecen relevantes en este momento.  Estaré reflexionando sobre el estado actual de la industria turística, la que más rápido y fuerte ha recibido el golpe de esta crisis.  Mientras tanto… gracias  a todos por la espera y hasta la próxima!

Boquete, la joya de Chiriquí.

Entre octubre de ese año y enero del año siguiente, haría tres viajes a la provincia de Chiriquí.  Aunque en dos ocasiones nos quedamos en la ciudad de David, la población de Boquete era el centro de nuestros recorridos.  Con un clima primaveral, aunque en enero hizo algo de calor en horas del día, Boquete y sus áreas aledañas son sede de los más famosos cafetales del país, incluidos los que producen la variedad Geisha, el mejor y más costoso café del mundo.  Además, producen frutas, vegetales  y ¡flores!…todas las casas de Boquete tienen bellos jardines o sencillas macetas llenas de plantas en flor, es un escenario verde salpicado de hermosos colores a la sombra del volcán Barú y regado por el río Caldera.

En el primer viaje, que era un “fam trip” que ofreció la aerolínea local, Air Panama, con motivo de la inauguración de la ruta Bocas – David, recorrimos tres hoteles y un parque turístico.  El primero fue el que más recientemente había abierto sus puertas en la ciudad de David, donde nos ofrecieron un delicioso desayuno, típico de la región y luego nos llevaron a recorrer las instalaciones.  Posteriormente, fuimos a un hotel situado en una hermosa meseta, rodeada de riscos y caídas de agua, en el camino entre David y Boquete.  Con una decoración entre costumbrista e histórica y unas vistas preciosas desde cualquier punto.  Luego fuimos a un parque llamado Mi Jardín es tu Jardín, donde la profusión de flores era increíble, sumado a esculturas de animales multicolores y un sistema de estanques  lleno de peces.

Por último, visitamos el hotel insignia de la ciudad de David, donde disfrutamos de su tradicional  buffet de almuerzo.   Con más de medio siglo de servicio y algunas curiosidades que nos remontaron a épocas pasadas, pero con instalaciones recién remodeladas, es el hotel preferido por generaciones de visitantes a la ciudad.

El segundo viaje, fue con motivo de la fiesta navideña de la aerolínea, que se celebró en Boquete y ellos proveyeron el traslado de su personal y varios agentes, incluyéndonos a nosotros.   En este viaje, mi hermano y yo aprovechamos el último día para ir a visitar a la gerente del hotel Panamonte de Boquete, toda una institución en el área.  Allí disfrutamos de un delicioso desayuno y un recorrido por el hotel, ya decorado para la Navidad, y sus hermosos jardines, antes de volver a David a tomar el vuelo de regreso a Bocas.

El tercer viaje, que también hice con mi hermano, era una combinación de turismo y trabajo, pues tenía una reunión en Boquete con un proveedor.  Nos hospedamos en el hermoso Riverside Inn y disfrutamos de la deliciosa comida de su restaurante The Rock…toda una experiencia!  De paso, aprovechamos para ir a la Feria de las Flores y el Café, cuyos terrenos se encuentran a orillas del río Caldera y que se celebra en enero de cada año.  También visitamos Finca Lérida, una de las fincas cafetaleras que ofrecen recorridos guiados.   Aunque llegamos muy tarde para alcanzar el tour, sí pudimos disfrutar de uno de los más deliciosos cafés de la región.

Esta última visita a Chiriquí marcó el inicio de un año que sería muy movido para mí, en términos de viajes dentro y fuera de Panamá, la forma perfecta de iniciar mi vida de jubilada…digo, jubilosa!

¡Hasta la próxima!

Imágenes de finales de verano en Nueva York.

Fort Tryon Park, en el alto Manhattan, es otro de esos espacios llenos de árboles y vistas espectaculares del río Hudson.

 

 

Algunas piezas de Los Claustros, dedicado al arte medieval, en su mayoría, arte religioso. Esculturas en diversos materiales, biblias manuscritas y bellamente ilustradas, retablos trípticos, dípticos y vitrales son algunas de las obras que se exhiben en esta sede del Museo de Arte Metropolitano.

 

 

Vistas desde el recorrido del río Hudson donde puede verse el edificio del Empire State desde distintos puntos.  En el bajo Manhattan predomina su nuevo ícono, el One World Trade Center y,  del otro lado,  la Dama de la Libertad se convierte en la reina del paisaje.

 

 

Un poco más del magnífico Museo de Historia Natural.

 

 

La vista del skyline de Manhattan desde el aeropuerto de Newark, situado en Nueva Jersey y los últimos destellos del sol antes de caer la noche, vistas desde el avión, a poco tiempo de mi arribo a Panamá.

 

Imágenes de inicios del verano en Nueva York.

En los Estados Unidos, el verano es sinónimo de béisbol, en todas sus categorías, así que ¿qué mejor forma de iniciar nuestro paseo que con una visita a la catedral del béisbol?  Nuestro tour por el Yankee Stadium inició con una visita al museo de este equipo lleno de recuerdos de su larga y exitosa existencia, incluyendo el único juego perfecto en la historia de las series mundiales.

 

Después del museo, un recorrido por el estadio, incluyendo el dugout y, por último, el Parque de los Monumentos, donde se encuentran los números y placas de los peloteros más importantes de la franquicia.

 

Nueva York tiene muchas joyas arquitectónicas, como el edificio Chrysler, uno de los más bellos de la ciudad.  También ostenta mucha arquitectura contemporánea, en nuevas torres que se levantan alrededor de la ciudad, creando maravillosos contrastes visuales.  Pero nunca es más llamativa y excitante que en la noche, cuando exhibe todas sus luces.

 

El High Line Park, uno de mis favoritos en Manhattan, con su vegetación nativa totalmente reverdecida, sus instalaciones de arte y los muy distintos e interesantes ángulos que presenta de la ciudad, el río Hudson y la ribera del vecino estado de Nueva Jersey.

 

Y, por supuesto, no podía faltar Bryant Park, patio trasero de la hermosa Biblioteca Pública de Nueva York.  Un parque en el que se desarrollan más de una docena de actividades distintas, simultáneamente, en un espacio de apenas dos cuadras.  Otra joya de Midtown que no dejo de visitar en cada uno de mis viajes a la ciudad.

Espero que disfruten estas imágenes del principio del verano neoyorquino tanto como yo, mientras preparo la siguiente entrega con vistas de finales de ese verano, inolvidable para mí.

¡Hasta la próxima!

Mi primer viaje sola – II parte

Aún me quedaban tres días completos en la ciudad de Nueva York, pues viajaría de vuelta a casa el sábado, por lo que aprovecharía muy bien ese tiempo para explorar lugares nuevos para mí.

El miércoles, me dirigí a Chinatown, en busca de un artículo de manufactura china que me había encargado mi hermana.  Hasta ese momento,  sólo había pasado por allí en autobús,  Allí me encontraría con una amiga que trabajaba cerca, ella me guiaría en ese mundo laberíntico que, en aquella primera exploración, me preocupaba recorrer sola.

Lo primero que hicimos fue ir a almorzar, algo temprano pues ella debía volver al trabajo dos horas después.  Nos metimos a un sitio que, como muchos en el área, trabajan sólo con efectivo, pero con los precios tan bajos de la comida, no era necesario usar tarjeta.  El estilo de servir la comida era distinto al que estoy acostumbrada.  Sirven dos tipos de carne con arroz o tallarines y vegetales al vapor, todo servido en un típico bol chino, de los que acá usamos para sopa.  La comida estuvo deliciosa, sustanciosa y económica, qué mejor combinación que esa.  Nos gustó tanto que, en viajes futuros, volvería con ella y también por mi propia cuenta, a comer en este lugar, en cada oportunidad en que pudiera seguir explorando el barrio chino.

Luego de almorzar, recorrimos una parte del barrio en busca del encargo, que no tardamos en conseguir y de allí nos dirigimos a SoHo, donde mi amiga trabajaba.  Allí sí había estado en junio, en un tour de compras.  Es un barrio de vieja data, con una historia fascinante, lleno de tiendas de lujo y cafés hip.  Me despedí de mi amiga y me fui a la estación de subway, pero como este es un barrio intrincado, terminé entrando a otra, aunque igual llegaría a mi destino, que era lo importante.

Me dirigí a la calle 32 a inspeccionar un par de hoteles, ambos pertenecientes al mismo grupo del que me estaba hospedando.  Al área la llaman Koreatown y está llena de negocios, especialmente restaurantes, coreanos.  Al principio me asustó un poco el área, pues había muchísima gente caminando en ambas direcciones, pero los hoteles eran muy cómodos y seguros.

El área me pareció una mejor alternativa que la calle 46, pues es más céntrica, a unos pasos de una de las principales áreas comerciales con todas las grandes cadenas de tiendas de Herald Square y la calle 34, muchos restaurantes y, sobre todo, con menos cierres que impidieran la entrada de vehículos por ferias y desfiles durante el verano, excepto los desfiles que pasaban por la Quinta Avenida, pero como era una cuadra corta, por estar atravesada por Broadway, no era tanto lo que habría que caminar para abordar un vehículo.  Además, era un área de alto tráfico hasta altas horas de la noche, por la afluencia de gente a los restaurantes, lo que la hacía muy segura y conveniente si llegaba uno tarde y con hambre después de un largo día de caminar, cosa que no tenía la 46 que es un área de negocios, por lo que de noche no era muy transitada y los restaurantes cerraban algo temprano.

Edificio Empire State visto desde la azotea de uno de los hoteles inspeccionados y desde la calle 34 con la Séptima avenida.

Por supuesto, luego de visitar los hoteles, aproveché que estaba en el área para hacer algunas compras en mis tiendas favoritas.  Al finalizar, volví a mi hotel a dejar las compras y tomar la cámara para irme a dar un paseo en ferry.  Caminé desde el hotel hasta el puerto…un largo camino desde la Sexta hasta la Duodécima avenida, pasando por Restaurant Row y luego por varios de los muelles, incluyendo el de la línea de Circle Line, pues el mío estaba a la altura de la calle 38 y yo caminé desde la 46…pero un paseo interesante y con bellos paisajes a lo largo del río Hudson.

Intrepid Sea, Air & Space Museum y muelles a lo largo de la Duodécima avenida. 

Tomé un crucero de 90 minutos que salía a las 6:00 de la tarde y hacía la travesía hacia el Bajo Manhattan, pasando por la Estatua de la Libertad y debajo del puente de Brooklyn para luego girar y volver al puerto, con una hermosa puesta de sol en el camino de retorno.  Un magnífico paseo para cerrar con broche dorado, literalmente como verán en la foto, otro gran día en la gran ciudad.

Las vistas desde el ferry en el que tomé el crucero.

El jueves amaneció lluvioso y con temperaturas algo bajas.  Me costó un poco salir de la cama por el cansancio de las largas caminatas del día anterior combinado con un poco de frío.  Bajé tarde y ya había concluido el desayuno, así que me dirigí a un café que había visto en la Quinta, unas cuadras más abajo.  Buena decisión, es el mejor café que me he tomado en la ciudad…Starbucks debería pedirles la receta!

Ya con renovadas energías, tenía que decidir cómo pasar este día lluvioso, pero no tenía ganas de ir a museos, por lo que me decanté por hacer algunas compras en unas tiendas que me habían recomendado y desconocía.  Esperé un buen rato por el autobús, no estaban a tiempo ni estaban haciendo la ruta completa, así que me bajé en la calle 23 y caminé las cinco cuadras que me separaban de mi destino en la popular y muy comercial avenida Sexta.  Las tiendas estaban todas en un mismo edificio, una especie de pequeño mall, así que no tenía que ir de una a otra en la llovizna y logré algunas buenas compras, a pesar de que ya casi toda la oferta era de ropa de otoño/invierno.  Eventualmente, dejó de llover antes de que regresara al hotel, pero mis pies necesitaban un descanso, por lo que me retiré, relativamente, temprano.

El viernes, aún sentía algo del cansancio físico de quien no acostumbra caminar tanto y volví a levantarme tarde para alcanzar el desayuno.  De todos modos, mi cuerpo pedía proteínas por lo que me fui a un deli a comer unos buenos huevos a la Benedict, lástima que el Olympic Deli había cerrado sus puertas, lo extrañé, pero este nuevo lugar llenaba el cometido.

Tomé el metro hacia el norte para ir a mi primera visita al Museo de Historia Natural, con toda la intención de ir al planetario.  Qué decepcionante fue recibir la noticia de que este último se encontraba cerrado temporalmente por remodelaciones.  Me tuve que conformar con sólo las exhibiciones regulares del Museo.  Pero no piensen que es poca cosa, es uno de los mejores museos en su género en el mundo.  Recorrí varias salas, incluidas las de mamíferos de Norteamérica y Africa, la los animales prehistóricos, parte de la de los indígenas norteamericanos y, mi favorita que fue la del origen del hombre, donde explica lo que se ha descubierto de la evolución humana.  La tienda del museo me encantó, especialmente la planta superior (la inferior era la de niños).  Había toda clase de artículos, adornos, joyas, libros, camisetas, juegos de ajedrez y damas…bellezas!!

Cuando salí del museo, tomé el autobús que atraviesa la ciudad de oeste a este por la calle 86 para llegar a la Quinta avenida, pensando que aún tenía un par de horas libres, pues al final de la tarde debía encontrar con mis amigas para ir a cenar.  Entré un rato al Parque Central, haciendo tiempo antes de tomar el metro.  Al terminar la cena, por un comentario que hice, me corrigieron la hora y resulta que, al parecer me puse un reloj al que no le había cambiado la hora y había andado una hora tarde durante todo el día.  Había llegado tarde a nuestro encuentro y ni siquiera me había percatado, qué pena!

El día de mi regreso a casa, debía estar lista a mediodía para dejar el hotel.  Ya tenía arreglado mi traslado al aeropuerto, pero al salir del hotel me encontré con que la calle estaba cerrada…otra vez!  Había un desfile por la Quinta y tenía que recorrer toda la calle hasta la Sexta para abordar el vehículo, que ya había llegado, pero no podía entrar.  Esa fue la gota que derramó el vaso, definitivamente, no podía volver a alojarme en ese hotel, por mucho que me gustara, por ese tipo de complicaciones.

Finalmente, llegué al aeropuerto con tiempo de sobra, pues nos tomó menos de una hora llegar a Nueva Jersey.  Ya estaba registrándome cuando mi mamá y mi hermana llegaron.  Luego de deshacernos del equipaje, nos fuimos a almorzar.  ¡Qué buena que estuvo la comida!  Definitivamente, Newark ha mejorado muchísimo su oferta al viajero.

fullsizeoutput_33eHermosa puesta de sol vista desde la ventanilla del avión. ¡Mejor, imposible!

Unas cuantas horas después, ya estaba en casa, rememorando y alegrándome de haber aprovechado la oportunidad de hacer este viaje, por mi cuenta.  Fue una experiencia increíble que me encantó y he vuelto  a repetir en varias ocasiones, ya sea viajando sola o quedándome unos días adicionales por cuenta propia, cuando he viajado con otras personas.  Esas aventuras se las relataré más adelante.

¡Hasta la próxima!