El Caribe en invierno.

Contrario a lo que puede pensarse, el Caribe no está exento de bajas en la temperatura o lluvias durante el invierno.  Obviamente, siempre estará más cálido que cualquier lugar más al norte.    Sin embargo, precisamente debido a las corrientes y vientos que bajan del Artico en este época, se pueden experimentar frentes fríos que provocan lluvias y temperaturas, hasta por debajo de los 20 grados Centígrados.

Esto ocurrió durante mi estadía, y en el paseo por el Viejo San Juan, en un par de ocasiones, me tocó correr a buscar cobijo de la banda de lluvia fina y fría que llegaba de repente…pero el mal ya estaba hecho.  Dos días después, sucumbí a una crisis alérgica que me provocó una fuerte congestión y severo dolor de garganta.  Fui a la farmacia más cercana a comprar un remedio y, al día siguiente me sentía bastante mejor, aunque aún estaba algo congestionada, pero no tenía dolor.

Parque Ventana del Mar y la playa aledaña.

Pasé esa mañana paseando por Condado, pasando revista de algunos daños aún por reparar después del huracán María, cosas muy menores, y tomé algunas fotos de los parques y el hermoso día, fresco y soleado.  Luego de mediodía, mis amigos me pasaron a buscar para ir a conocer una playa, llamada Mar Chiquita, en el pueblo de Manatí, en el norte de la isla.  Por el camino, pude notar algunos vestigios del paso de María, sobre todo en árboles caídos en los campos aledaños a la carretera y, también, en edificaciones de algunas áreas.  Imagino que sus ocupantes decidieron emigrar, pues se veían letreros de venta.

Nos tomó poco más de una hora llegar a Mar Chiquita desde San Juan.  No sé por qué, pero los tiempos de camino son largos, comparativamente a las distancias en Puerto Rico.  Desde mi primera visita no he logrado entender por qué toma tanto tiempo llegar a cualquier parte, pero les puedo decir, sin temor a equivocarme, que siempre, siempre, ese viaje valdrá la pena.  Así fue con Mar Chiquita, ir bajando la loma y ver aparecer el mar, fue un momento mágico, y eso que aún no llegábamos.  Un giro a la derecha y de allí, estacionarnos, bajar del auto y caminar por la arena hacia esta playa que está rodeada de una formaciones rocosas enormes que dejan un espacio en el centro, por donde el Atlántico  se abre paso con cada ola.  Es un espectáculo de la naturaleza digno de cualquier tiempo de traslado que haga falta.  Caminamos un poco por el área, tomamos fotos y vídeos, pero la mayor parte del tiempo, simplemente disfrutamos de la brisa, algo fuerte y bastante fresca que contrarrestaba el fuerte sol, contemplamos el movimiento del mar  y cómo ingresaba a ese espacio donde al esparcirse creaba un oleaje tranquilo que permitía a los bañistas disfrutarlo sin mucha preocupación.  Fue un rato hermoso y relajante, realmente lo que la mayoría de la gente imagina cuando se menciona la palabra Caribe.

Mar Chiquita en Manatí, Puerto Rico.

 

Cómo sólo fuimos en son de exploración, y mis amigos no habían almorzado, nos dirigimos a Arecibo, para ir a comer.  Paramos en un sitio frente al mar, un restaurante en el que entrabas a un salón con aire acondicionado, pero elegimos sentarnos en la terraza que daba al mar, protegida del sol pero que permitía la entrada de la suave brisa, una delicia de lugar.  La cocina era de influencia española, pero con productos frescos del área.  La buena comida, el magnífico servicio y el buen ambiente para relajarse y disfrutar de una tarde hermosa, hizo del lugar un sitio memorable.

Y este es el último momento digno de recordar de esta visita, pues tanta brisa fresca del norte hizo efecto y el día y medio siguientes, que incluía el de mi regreso, estuve recluida en mi hotel, saliendo sólo para buscar sopa en el restaurante chino de la cuadra o agua y remedios en la farmacia.  No hay pena ni remordimiento, pues lo que disfruté estuvo muy por encima de mis expectativas, formando parte de mis mejores recuerdos en la isla y convirtiéndose en material para un buen relato, que espero les haya gustado.  Ahora estoy de vuelta en casa, tratando de aliviarme totalmente para volver al trabajo…y continuar planeando el viaje que sigue.

¡Hasta la próxima!

Mi próximo viaje…ya lo estoy disfrutando!

Tenía este viaje planeado para junio del año pasado, pero por circunstancias de la vida, no pude hacerlo.  Aprovechando los días de asueto de la JMJ en Panamá, decidí venir a San Juan a pasar una semana que ha estado llena de nuevas experiencias, agradables sorpresas y más de una coincidencia.

Viajé domingo a mediodía y en el avión me encontré con Charlie Aponte, antiguo cantante del Gran Combo, y tuvimos una amena conversación mientras esperábamos que todos abordaran.  Como buen puertorriqueño, es un tipo muy simpático y conversador.

Al llegar a San Juan, mis amigos me estaban esperando ya en el aeropuerto y nos fuimos a chinchorrear a Piñones, donde degustamos sorullos rellenos de queso, alcapurrias de yuca (parecidas a nuestras carimañolas) y piononos, plátanos maduros rellenos con carne, nunca los había probado y estaban riquísimos.  Ellos también comieron ensalada de carrucho (caracol o cambombia), pero soy alérgica al marisco, así que yo no lo comí.  De allí al hotel a registrarme y descansar para el día siguiente.

 

Una de las coincidencias de este viaje, es que mi amigo celebraría su cumpleaños ese lunes, fue una reunión familiar, con unos amigos añadidos que me incluía a mí, en un restaurante enclavado en las montañas, en el sector de Morovis, con una vista espectacular de parte de la costa norte, específicamente, Vega Baja.  La comida, como siempre abundante y deliciosa, las historias interesantes y el ambiente inmejorable, hicieron de ese día, uno muy especial y diferente.

Otra divertida coincidencia es que unas primas también decidieron pasar unos días en San Juan.  Al descubrir que estaríamos aquí al mismo tiempo, nos pusimos de acuerdo para encontrarnos en el Viejo San Juan y dar un paseo por ese encantador sitio.  Recorrimos los fuertes de San Cristóbal y el Morro, comimos en Raíces y luego del almuerzo, las dejé pasando el resto de su tarde en la isleta, pues yo tenía planes para disfrutar de otra de las coincidencias de este viaje.

 

¡¡Mis amigos habían conseguido boletos para la obra musical Hamilton!!  Eso fue toda una proeza, nada fácil fue obtenerlos, pero allí estábamos, emocionados de poder formar una pequeña parte de la hermosa historia alrededor de esas presentaciones.  La obra es, simplemente, genial.  Muy merecedora de todos los premios y excelentes críticas que ha tenido desde su estreno en Broadway.  El público ovacionaba cada canción y mostraba un gran orgullo por los artistas locales que formaron parte del elenco.   El hecho de que el propio Lin Manuel Miranda protagonice la puesta en escena en Puerto Rico y dedique todos los fondos que se obtengan a la Fundación Flamboyán para las Artes es una muestra de su amor a la isla.  Fue, sencillamente, una noche maravillosa.

Después les cuento qué estaré haciendo el fin de semana.  ¡Hasta la próxima!

Paseando por el Viejo San Juan

Como les prometí, en este artículo detallaré nuestro paseo de sábado en la mañana por el Viejo San Juan que iniciamos en el Castillo San Cristóbal y sus alrededores.  Allí disfrutamos de vistas increíbles del Castillo San Felipe del Morro, el barrio de La Perla, el océano Atlántico y la ciudad.  Lo que no sabía es que habría lomas!!  Al principio fue difícil subirlas con el sol de las 11 y sin sombrero, el calor casi me vence, pero lo logré y arriba estaba muy fresco por la brisa marina.
El Castillo de San Cristóbal fue construido para la protección de la ciudad de ataques terrestres aunque desde allí también se custodiaba la costa norte de la isla y se encuentra a kilómetro y medio del Castillo de San Felipe del Morro, que la defendía de ataques por mar.  Es muy grande y se encuentra en un punto bastante alto, en una colina a la cual debe su nombre y desde donde se divisar toda la extensión de la antigua ciudad.
Al salir fuimos en busca de La Bombonera para desayunar, aunque era casi hora del almuerzo, y resultó que estaba cerrado por remodelaciones. Unos policías nos recomendaron ir a Mallorca (cuyo nombre viene de un pan dulce llamado así) y fue una buena recomendación, no sólo nos sirvieron desayuno, a pesar de la hora, sino que había un señor tocando trompeta (¿o era saxofón?) y la música estaba muy buena.
El desayuno estuvo perfecto, la atención insuperable.  Los mozos estaban ocupados, pero aún así sacaban tiempo para conversar con nosotros de mil temas (estábamos sentados en la barra, pues el sitio estaba abarrotado), fue sumamente agradable y una muestra más de la genuina amabilidad y calidez de los boricuas.
Ese fue el fin de nuestro recorrido por el Viejo San Juan, del cual sólo vimos una pequeña parte, pero debíamos estar en el hotel a mediodía para iniciar la exploración de otras partes de la isla.  En mi siguiente viaje, no sólo lo recorrí más ampliamente, sino que me hospedé unos días en el área…pero de eso les cuento más adelante.
¡Hasta la próxima!

Visitando Puerto Rico con amigos.

Después de varios meses de preparativos, en junio de 2015 fuimos a Puerto Rico.  Eramos un grupo de cinco e íbamos a visitar a un amigo que lleva muchos años residiendo en la isla.  Nos graduamos juntos de la secundaria y, un par de años antes, nos habíamos reencontrado y renovado la amistad.

El vuelo de Panamá a San Juan es corto, dos horas y media, así que llegamos a la Isla del Encanto con mucha energía y tiempo en el día para hacer cosas…como ir de compras, jajaja.  Puerto Rico es hermoso, parecido a Panamá y, al mismo tiempo, distinto.  Su gente es cálida y amable.  El clima tropical, pero menos caluroso y lluvioso que aquí.

Nuestra estancia era de cinco días que incluían fin de semana.  Alquilamos un auto y nos resultó algo complicado orientarnos en el área metropolitana, por lo que nos perdíamos constantemente, aunque nunca tuvimos problemas para que alguien nos ayudara a encontrar nuestro camino.  La verdad es que esas perdidas son un mar de anécdotas que rememoramos cuando nos reunimos y no podemos parar de reír al contarlas.

Nos alojamos en un hotel independiente en el barrio de Condado, muy bien ubicado en la avenida principal, al pie de la playa por un lado y con una magnífica vista de la hermosa Laguna de San Juan por el otro y un bello parque al costado.  Aunque era un bonito edificio, estaba muy descuidado, pero en un siguiente viaje, descubrí que estaba cerrado por remodelaciones, lo que me pareció fantástico pues tiene la mejor ubicación del área, en mi concepto.

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Condado es un área residencial, comercial y turística que alberga una buena cantidad de hoteles, algunos de los cuales están a pie de playa. Los hay de varias categorías, desde turista superior hasta de lujo.  Es un sitio donde se da muy bien caminar y pasear, es seguro y hay restaurantes, parques, boutiques cafeterías, tiendas de recuerdos, de artículos en general y, también tiendas de lujo, farmacias y servicios en general.

Isla Verde, contigua a Condado, es sitio obligado para ir a bailar salsa los viernes en la noche, con diversas orquestas.  Por supuesto que nos fuimos de rumba ese viernes y tuvimos la suerte de que se presentaba Pedro Brull, uno de mis cantantes favoritos.  Fue muy divertido y marcó el inicio de un fin de semana fantástico.

Al día siguiente nos levantamos temprano para ir al Viejo San Juan, relato al que dedicaré un artículo aparte.  Sobre mediodía, nos trasladamos a Caguas, pueblo a media hora de San Juan, hacia la parte central de la isla, para pasar el resto del fin de semana en casa de nuestro amigo y su esposa.  Nos habían organizado una fiesta con familiares y amistades que llegaron desde San Juan y Ponce para conocernos.  A medianoche tuvimos una gran sorpresa, un grupo musical apareció tocando y cantando un número plural de canciones típicas puertorriqueñas (del género plena) que todos conocíamos, pues son muy populares en Panamá, especialmente para la época navideña.  ¡Fue increíble, divertido y un detalle tan especial de nuestros anfitriones brindarnos ese pedacito de tradición boricua!  Cantamos y bailamos todas las piezas y la pasamos de maravilla.

El domingo nos levantamos a media mañana, desayunamos algo ligero y nos dirigimos al corazón de la tradición culinaria  puertorriqueña:  Cayey.  Paramos en una de las varias «lecheras» a degustar la comida típica de la isla, lechón a la varita, arroz con gandules y pasteles, los principales platos.  La comida estaba deliciosa y en el lugar había un conjunto de música jíbara muy bueno.  Varias parejas bailaban, conformadas sobre todo por adultos mayores.  El ambiente era familiar y festivo, nos gustó muchísimo, pero había que seguir el paseo.

Luego de almorzar, nos encaminamos a la ciudad de Ponce, también conocida como la Perla del Sur, de donde es oriunda la esposa de nuestro amigo, quien a estas alturas ya se había convertido en una gran amiga de todos.   Pero antes de llegar a Ponce, hicimos una parada técnica en Guayama a comer sorullos…en Puerto Rico se acostumbra parar de lugar en lugar a comer, mientras se va de paseo, se le llama «chinchorrear», imagino que el nombre viene de los puestos de venta o chinchorros, lo que en Panamá se llama fondas.

La primera parada en Ponce fue el Museo de Arte, donde tomamos un tour guiado que resultó muy ilustrativo e interesante.  El museo tiene muchas piezas de distintos períodos, por lo que las explicaciones de la guía fueron de mucha ayuda para comprender el contexto y significado de las obras.  Al salir del Museo de Arte, nos dirigimos al Castillo de Serrallés, que es una casa-museo y perteneció a la familia propietaria de los rones Don Q.  En el mismo se cuenta la historia de la familia, de la industria del azúcar y el ron  y su incidencia en la vida y la historia de la isla.  Al salir, dimos una vuelta por el centro colonial de la ciudad, muy hermosa y señorial y después nos dirigimos a La Guancha, un paseo costero a orillas del precioso Caribe, donde comimos algo antes de emprender el regreso a San Juan.

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El lunes, nuestro último día completo en la ciudad, nos fuimos al mall Plaza de las Américas a pasear, comer y hacer algunas compras de rigor.  Allí nos encontramos con una exhibición de autos Volks Wagen clásicos, nunca había visto algo así en un mall.  En viajes posteriores descubrí que en este centro, siempre hay alguna exhibición de vehículos, de distintos tipos o marcas.  Esa noche nos fuimos temprano a descansar, pues al día siguiente partiríamos a la ciudad de Nueva York para otro encuentro similar, del que les contaré próximamente.